Las escuelas y hospitales deben ser zonas de paz, donde los niños reciben protección incluso en tiempos de conflicto. Sin embargo, existe una tendencia creciente a que las escuelas y los hospitales sean blancos de ataques con efectos deletéreos en los niños.

Consecuencias directas de los conflictos

Aparte de los daños directos y físicos que sostienen las escuelas y los hospitales, los conflictos pueden provocar el cierre forzado o la interrupción del funcionamiento de esas instituciones. Los niños, los maestros, los médicos y las enfermeras también pueden ser objeto de las amenazas de las partes en conflicto si se sospecha, por ejemplo, que apoyan la otra parte en el conflicto. También preocupa enormemente la utilización de las escuelas con fines militares y como lugares de reclutamiento o recintos electorales.

Consecuencias indirectas de los conflictos

Algunos grupos armados se oponen a la educación secular de las niñas, o a que las niñas sean tratadas por personal médico masculino, por lo que impiden el acceso a esos servicios. El clima general de inseguridad que impera en los conflictos también impide que los niños, los maestros y el personal médico asistan a la escuela o reciban atención médica. Por ejemplo, los padres pueden considerar que es demasiado riesgoso enviar a sus hijos a la escuela en una situación de seguridad inestable, o el acceso inmediato de los niños a los hospitales puede verse demorado en los puestos de control y los controles de carretera.

Prohibición con arreglo al derecho internacional

En virtud del derecho internacional, tanto las escuelas como los hospitales son objetos civiles protegidos, por lo que están amparados por los principios de distinción y proporcionalidad. Desde 2011 los ataques físicos directos a estas instituciones y su cierre a causa de las
amenazas directas se han añadido como factores desencadenantes en la lista de la vergüenza del Secretario General.